Por Susana Barrena / Socia Fundadora

El ser humano desea siempre tener un alto rendimiento en todo, dar su máximo en cada tarea asignada y dejar huella en lo que realiza, pero lo hace sin ser realmente competente, sin exigirse más así mismo, dando lo mínimo y, todavía se permite considerar un rendimiento sin haberlo.

El rendimiento del cual hablo es aquel beneficio o provecho que brinda algo o alguien, es esa ganancia, el desempeño que realiza el trabajador dentro de una empresa. Pero, ¿qué sucede cuando esa energía básica para realizar lo mínimo y esencial no está, no existe y no hay el rendimiento esperado? Es aquí cuando me surge otra duda, ¿el rendimiento que mostramos o que aparentemos tener, es propio o impuesto?

Por otra parte, dentro de una organización ¿el rendimiento es vital? Sí, la productividad se busca en todas las empresas, esta comienza con el rendimiento óptimo de los integrantes de la organización, sobretodo con su motivación personal, ya que de esta manera abonan al crecimiento de la institución. Pero qué pasa si dentro de nuestra empresa todo se reduce a: funciones, trabajos, tareas, actividades, y no hay más, nada más: ni ganas, ni actitud y ni siquiera interés. Solo existe una sensación de cansancio y estrés, de agotamiento extremo, un ambiente asfixiante y un sentimiento de poca satisfacción o más bien, nula. Es como quedarse solo en el concepto y no aplicar nada, de tener el conocimiento y no aprovecharlo. El talento ahí está, las oportunidades se crean, la infraestructura se mejora, la población se adapta y la comunicación existe, pero no es suficiente, falta algo más… ¿Hay rendimiento propio? Hay un rendimiento, pero es fabricado, artificial, no es parte de nosotros.

Si nos duele la cabeza y el dolor es insoportable con todo y ello tenemos que seguir trabajando, lo más fácil es tomar una pastilla y seguir con nuestra actividad (rendimiento artificial). Y si ese dolor de cabeza es frecuente y se acompaña de otros malestares, algo quiere decirnos, no se limita únicamente a lo patológico, va más allá, hay un trasfondo en lo anímico. Podemos transformar todo ese agotamiento, esos malestares recurrentes y ese cansancio excesivo que sentimos, en un cansancio curativo -desde el interior- admitiendo que no estamos bien, que necesitamos de una pastilla para trabajar, en lugar de comenzar con pensamientos que nos enferman, con emociones que nos debilitan y con acciones que no hacemos o hemos postergado.

Cuando te des cuenta que te sientes cansado hasta de respirar, ¡detente!, piensa dónde quedó esa vitalidad, esa energía que posees y no encuentras en ti, y lo peor, sientes que ya no está, se fue. ¡Analiza!, no es tu esfuerzo, no eres tú, te exiges un rendimiento que no puedes tener y te lo auto impones porque crees que puedes hacerlo todo. ¡Acepta! Estás en guerra contigo mismo, eso te desgasta. ¡Siente! Eres un ser humano, no una máquina y tienes la oportunidad de crear un rendimiento propio, a tu medida… es tuyo.

¿Cómo nos sentimos hoy? ¿Con ganas de tener un rendimiento propio o artificial? Maximizar el rendimiento propio de manera efectiva es posible y en Áurea queremos ayudarte a lograrlo.