Por Susana Barrena, Socia Fundadora.

 

La virulencia económica inicia cuando ves poco a poco acabarse tu dinero; el capital de trabajo de tu empresa se ve reducido, ese sueño que comenzaste parece convertirse en pesadilla y ese sueldo que trabajaste horas y horas y que ya no te rinde para las compras ahora llamadas “vitales”. Hasta el día de hoy el pánico se ha propagado totalmente, la virulencia económica ha llegado ya a cada rincón inimaginable, pues se tiene que ahorrar y hacer rendir el dinero (hasta lo que no se tiene) lo más que se pueda. Dado que un año después comienza a verse la luz al final del túnel, pero dicha luz ya la hemos vislumbrado antes y continuamos en el túnel…

Este pánico se ha ido propagando cada día más rápido; primero inició con calma, dado que primero parecía estar contenido en distintas regiones y las aun no afectadas parecían gozar de inmunidad. Después, sin más y desmedidamente llegó, así súbitamente, metiéndose poco a poco: a cada hogar, a cada comercio, a cada escuela, a cada museo, teatro y cualquier centro cultural, obligándolos a cerrar; llegó a tal punto que surgen las preguntas: ¿estoy siendo exagerada o la situación es realmente grave? ¿Será una situación verídica o morbosamente exaltada por los medios de comunicación?

Lo más grave que yo veo aquí es la pobreza. Esa que cada vez se expande más y es la verdadera pandemia, pero económica; esa pobreza que es otro virus que mata a millones, el único que hace que cada familia se quede sin un sustento económico, sin comida para el día de hoy, sin poder bañarse o lavarse las manos; con deudas que incrementan al por mayor y deja a personas literalmente muertas en vida. Es frustrante ver cómo poco a poco se acaba tu dinero, que ya no hay más, pues ya no se puede trabajar por él, porque no existen ahorros infinitos y tú como persona común tienes que seguir trabajando, tu negocio puede parar días, semanas e incluso meses, pero resistir un año es algo que muy pocos han logrado. Y la realidad es aún más contrastante para la base de la pirámide económica, dado que viven al día y son más vulnerables que cualquier persona de la tercera edad, porque tienen una familia completa y cada boca se debe alimentar. Se vuelven vulnerables porque, sin darse cuenta, se dejan “asesinar” poco a poco, y todo para llevar comida a su casa, ya que se exponen a esta enfermedad, y lo más grave es que no hay una fecha exacta para que esto «acabe».

Hasta que se disponga oficialmente que la contingencia se ha acabado, que “no hay mayor peligro”, en todo ese tiempo que ha pasado, se ha quebrado eminentemente una sociedad, una educación, una familia, un negocio, una forma de vida… pero ¿realmente la solución es quedarse en casa y no «hacer nada»?, ¿la solución es estar todos vacunados?, ¿la solución es cerrar todo para no exponerse y encerrarse en casa?

Una vez más podemos constatar cómo la gente resulta ser nuevamente un simple peón más del rey llamado capitalismo. Es un juego de ajedrez donde para ganar, obviamente, se sacrifica a las piezas menos importantes, aquellas que por circunstancias de la vida fueron puestas en dicha posición.

Justo en los momentos de mayor penumbra es cuando podemos observar con más claridad a los cuerpos luminosos y sin duda en esta pandemia lo han sido, guardando proporciones, todo el personal de salud que ha entregado incluso su vida en esta batalla, así como empresarios con dimensión social que han sabido resaltar el factor humano en estas épocas y que las han sorteado priorizando la salud de sus colaboradores.

“Un negocio que no hace algo más que dinero, es un negocio pobre”